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jueves, 22 de marzo de 2012

En el nombre de la Economía

Hace unos meses que las sartenes del armario de mi cocina dijeron eso de “hasta aquí hemos llegado” cuando descubrí que se habían empezado a descascarillar. No entendí entonces por qué a mi madre le sentó tan mal que unas sartenes se estropeasen (o que las hubiera estropeado yo, más bien). “Las tengo desde antes de casarme, ¡imagínate!”, me decía. Realmente no comprendía esa nostalgia tan exacerbada por unas simples sartenes. “Si es que las sartenes que hacen ahora son de juguete: no van a durarme nada y encima me van a costar muy caras. Claro, antes pagabas bien por una sartén y sabías que te iba a salir buena, pero ahora no hay más que porquería y...”.

Reconozco que en aquellos momentos no le hice mucho caso a la pobrecilla. Aquella perorata la conocía de sobra. Y no solo por ella: mi abuela, mi padre, mis tíos... Todos decían lo mismo. Y yo no les quitaba la razón, aunque me parecía que exageraban, claro.
Pero eso fue antes de ver el documental de RTVE2 “Comprar, tirar, comprar: la historia secreta de la obsolescencia programada”:

Resulta que la historia es esta: los fabricantes de los productos que usamos cada día acortan la vida de estos para subir las ventas. ¿Usted quiere una sartén? De acuerdo, aquí tiene su sartén, pero ni piense que va a quedarse a su lado durante muchos y felices años, porque he diseñado a propósito una sartén frágil que me hará rico. Al cabo de unos meses, su sartén se estropeará y tendrá que comprar una nueva. Y, si no está dispuesto a ello, encareceré las reparaciones de sartenes o las anularé. O lo seduciré estratégicamente con sartenes más bonitas, más modernas y, supuestamente, más duraderas. La cosa es: usted, ACTUALÍCESE. Mientras, yo me ENRIQUECERÉ.

Y lo de las sartenes es solo un ejemplo, una pequeña parte de la punta del iceberg. Desde 1924, la obsolescencia programada, esa pequeña estratagema de hacer peores productos para fomentar el consumo y bombear la economía, se encuentra en bombillas, medias, impresoras, ropa, calzado, coches... y, cómo no, en aparatos tecnológicos. En el documental del que os hablo, Apple, nuestro gran conocido en este humilde blog, vuelve a salir a escena.


Casey Neistat compró un Ipod en 2003 por 400 $. A los dieciocho meses, la batería actuó tal y como mis sartenes y murió. Apple, por aquel entonces, no contaba con un servicio de reparación ni de suministro de nuevas baterías. La única solución partía en volver a comprar el producto. Ante la situación, Neistat creó una página llamada www.ipodsdirtysecret.com en la que explicaba el problema. Aquella denuncia social tuvo tal éxito entre los compradores de Apple que la empresa terminó en los Tribunales, dándose el llamado caso Westly versus Apple. Finalmente, Apple aumentó la garantía del producto y creó un servicio de reparación para el Ipod.
Puede parecernos entonces, con este caso, que la obsolescencia programada solo afecta a nuestros bolsillos, a los consumidores; que termina ahí. Nada más lejos. La obsolescencia programada afecta brutalmente al medio ambiente, pues crea una gran cantidad de residuos por la cadena del comprar-tirar-comprar. Esta cadena infinita es la que mueve nuestra sociedad de consumo y nuestra economía. No obstante, si sabemos algo de economía, sabemos que no puede existir un crecimiento económico infinito. Y esto es, precisamente, debido a que los recursos del planeta son limitados. La obsolescencia programada, creada en 1924, está obsoleta, valga la redundancia: se basa en un modelo de crecimiento infinito totalmente irreal. Sin mencionar que la obsolescencia programada ensancha todavía más la brecha digital. El primer mundo, el barrio residencial de la tecnología, crece sin barreras, dejando a su paso residuos que, además de a la propia Tierra, afectan a los países menos desarrollados tecnológicamente. Ghana es uno de ellos. Desde Europa le llegan toneladas de aparatos tecnológicos inservibles e irreparables que terminan acumulándose en su territorio, convirtiéndose este en un vertedero.
¿Y todo esto en nombre de qué lo hacemos? De la Economía, por supuesto. Estamos anteponiendo en el nombre de la Economía nuestro sustento, nuestra paciencia, nuestro planeta y a los habitantes de nuestros continentes vecinos. ¿Es esto realmente lo que queremos?
Hoy mi cocina ya tiene sartenes. Son más modernas que las otras, pero más pesadas y se arañan con facilidad. Tienen seis meses. Son sartenes creadas en una economía con obsolescencia programada. Las antiguas, quizá en algún punto de Ghana ahora, siguen siendo echadas de menos por mi madre. Esas eran de la Alemania del Muro de Acero, una economía sin obsolescencia programada. Fueron utilizadas durante unos veintiséis años.

Cristina García Ruiz. Grado en Periodismo, 2º. URJC.

5 comentarios:

Sonia de la Cal dijo...

Me parece indignante que cada vez todo sea de peor calidad y los precios, en cambio, no dejen de subir. Los fabricantes de los productos sólo quieren lucrarse y vendernos la moto. Pero no nos engañemos, ¿qué podemos hacer nosotros?.
Con productos como televisiones, reproductores de música,etc., está en nuestra mano qué hacer, si comprarlos o no. Pero con productos más básicos, que no son indispensables, pero que si ayudan a hacernos la vida más fácil, no tenemos elección. Así, si nuestra lavadora se estropea el 99.9% de nosotros comprará una nueva, y ya podemos ir guardando algún que otro ahorro en el cerdito para la siguiente, pues con esta moda de la obsolescencia programada su esperanza de vida no será muy elevada.
Por otro lado, está claro que si la calidad de los productos es tan mala,y cada poco tiempo tenemos que comprarlos de nuevo, la demanda por ellos aumentará.
En definitiva, me parece una verguenza que los fabricantes piensen únicamente en sus intereses económicos dejando en segundo plano la preocupación por la contaminación.

Grupo Blog dijo...

Montserrat Díaz Santos
2º de Periodismo

Antes de nada me gustaría decir que el tema que has elegido me parece interesante, y que sabía que esto existía, pero no que se llamase “obsolescencia programada”. Me ha resultado curioso el documental y me ha hecho pensar.

A mi parecer las consecuencias de esta obsolescencia programada las pagarán sobre todo las generaciones venideras porque no tiene sentido esta producción masiva de productos, que a su vez genera una cantidad desmesurada de residuos que el planeta no es capaz de soportar. Pero la cruda realidad es que no podemos hacer gran cosa por mucho que nos lo propongamos, porque aunque intentes comprar algo que sea un poco más caro pero de mayor calidad con la intención de que te dure más tiempo, se estropea muy pronto de todas formas. Entonces es cuando te dicen allá donde vas que te sale más caro repararlo que comprar uno nuevo, y no te queda más remedio que comprarlo.

En conclusión, ¿qué podemos hacer cuando la comodidad de nuestras vidas depende de toda la tecnología y productos que nos rodean? Somos tan dependientes que no nos queda más remedio que aguantar, callar, comprar otro producto nuevo y empezar a ahorrar para el siguiente.

Cristina, ¿sabes de más documentales de este estilo que estén curiosos?

Grupo Blog dijo...

Cristina García Ruiz
Grado en Periodismo, 2º

Me alegro de que os haya gustado el tema. No sabía si iba a salirse demasiado de la temática del blog, pero he intentado encarrilarlo hacia las Nuevas Tecnologías todo lo posible.

En cuanto a las soluciones, en el documental se dan varias bastante interesantes, como el plantearse el funcionamiento de una fábrica como un ser vivo cuyos "desperdicios" son nutrientes con los que generar nuevos productos. Es algo utópico, pero merece la pena planteárselo, aunque sea a pequeña escala.

Ya que Montse me lo ha pedido, yo recomiendo encarecidamente la mayoría de los documentales de RTVE2, especialmente los de "La noche temática". Algunos están alojados en su página web y otros en el portal de YouTube, aunque la mayoría están siendo eliminados. Sin ir más lejos, acabo de descurbir que hay uno sobre Linux.

http://www.youtube.com/watch?v=r8I-eJGL7O8

No lo he visto todavía, así que no puedo asegurar que sea tan interesante como el de la Obsolescencia, pero pinta bien.

Los que yo he visto no son puramente tecnológicos, la verdad: "La ciencia del Sexappeal" (explicación científica de la seducción), "La luna en ti" (la menstruación en la Historia) y "El tercer género" (mitos y verdades sobre la transexualidad). También recomiendo "Extremo: desde lo profundo del valle" y "Mundos invisibles". Estos no pertenecen a "La noche temática", pero sí son de la cadena. El primero repasa la geografía global más insólita y el segundo explica los beneficios de la visión de rayos ultravioletas e infrarrojos. Como veis, hay muchísimos y bastante variados. Es una pena que no recuerde todos los títulos...

Amaia Lacunza Arraiza dijo...

En mi opinión, también es un tema muy interesante ya que mucha gente desconoce la existencia de la "obsolescencia programada" de productos que utilizamos, día a día. Además, como ha dicho Sonia, gran parte de esos productos son indispensables y cuando uno de ellos nos falta, tenemos la gran necesidad de suplantarlo por otro teóricamente mejor. Sin embargo, no suele ser así. Por lo general resulta prácticamente imposible saber si el nuevo producto va a ser mejor o peor que el anterior.

Unai dijo...

Y te recuerdo que el vídeo fue gracias a mí. *Cof, cof*

Bueno, vamos al lío. Aunque el vídeo está muy completo y hay poco más que comentar, y la gente que ha comentando ya ha dicho todo.

Mi aportación personal sería que hay alguien que tiene también la culpa: nosotros.

¿Cuántos de nosotros nos compramos un mp3 o móvil nuevo por el simple hecho de que se ha quedado "viejo"?

Hace años yo tenía un mp3 que no se le veía la pantalla pero que se oía bien. Lo pude llevar durante algún tiempo, pero tras oír todo el rato "¡Qué mp3 más viejo!, ¡Actulízate a un mp4! y semejantes acabas olvidándote de la funcionalidad y acabas comprando algo que básicamente es lo mismo pero con diferente imagen.

Nos hemos vuelto unos consumistas adictos a las actualizaciones, y eso es nuestro problema. Las empresas simplemente se aprovechan de eso.

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